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JUEVES SANTO
Última cena y el nuevo mandamiento

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Mateo 26:17-75
Marcos 14:12-72
Juan 13-18


El jueves al atardecer inicia la celebración de la Pascua judía; hasta el día de hoy, Israel celebra la salida de Egipto cuando el pueblo obedeció a Dios, sacrificó un cordero para hacer una cena y la sangre de ese cordero la untaron en los marcos de la puerta de cada casa; fue esa sangre la que los protegió de la última plaga que Dios mandó al pueblo de Egipto. Esa noche el faraón dio la orden de que se fueran ya, y finalmente el pueblo fue libre.
Para celebrar la Pascua, Jesús envió a dos de sus discípulos que fueran a Jerusalén y en la calle iban a encontrar a un hombre que llevaba un cántaro con agua; debían seguirlo y al llegar a la casa preguntaran al dueño: ¿dónde está el aposento donde el Maestro habrá de comer la pascua con sus discípulos? Jesús sabía que Dios ya le había dado indicaciones a ese hombre para que dispusiera un gran salón, que hoy conocemos como “el aposento alto”.
Así es que Jesús llegó con sus discípulos y les dio de nuevo grandes enseñanzas. Lo primero que hizo fue ceñirse en la cintura una toalla, tomar un recipiente con agua y lavarles los pies; esto era algo que se acostumbraba al llegar a una casa, porque como las calles no tenían banquetas o pavimento y usaban algo similar a los huaraches, pues llegaban con los pies con tierra. Pero además fue algo extraordinario, porque Jesús era su Maestro y Señor, y ese trabajo de lavar los pies correspondía a los siervos o esclavos. Pedro no se sentía cómodo de que su Señor le lavara los pies, pero Jesús les dio una lección de humildad; y así desea que nosotros sirvamos a nuestros compañeros.
Durante la cena, nos dejó un nuevo mandamiento:
 “Que se amen unos a otros; como yo los he amado,
también ámense unos a otros” 

Y nos dejó dos grandes verdades, nos dijo:
“Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”
“Y todo lo que pidan al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo piden en mi nombre, yo lo haré”.
Por eso nosotros cuando oramos, decimos: “en el nombre de Jesús”.

Pero lo más importante es que esa noche Jesús nos dejó un nuevo pacto con Dios. El antiguo pacto era guardar la Ley y hacer sacrificios para que los pecados fueran perdonados; todos tenían que ir cada año desde sus ciudades a Jerusalén para ofrecer sacrificios en el templo y así ser limpios de sus pecados, cada año igual. En el nuevo pacto, Jesús se entregó a sí mismo en sacrificio una sola vez para perdonar todos los pecados.
Jesús tomó pan y bendijo, lo partió y les dio, diciendo: "Tomen, este es mi cuerpo. Y tomando la copa, y dando gracias a Dios, les dio y bebieron todos; les dijo: esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada"
Esto lo que conocemos como “la santa cena” y nosotros ahora recordamos con un trozo de pan o galleta y jugo de uva lo que Jesús hizo esa noche. Nos recuerda que Jesús entregó su vida: su carne y su sangre; sabía que iba a ser traicionado por Judas y que lo iban a arrestar y luego a matar. Pero siguió adelante. Para eso vino a la tierra.
Después de la cena Judas fue a hablar con los del templo para ponerse de acuerdo cómo entregarles a Jesús; y luego, junto con soldados y mucha gente con espadas y palos fueron al huerto de Getsemaní, donde sabía que estaría su Maestro.
Jesús había ido a ese huerto a orar y sus discípulos fueron con Él. Sabiendo lo que le esperaba, Jesús estaba muy triste; pero oró al Padre para que le diera fuerzas para aguantar lo que le pasaría. Jesús quería hacer la voluntad del Padre.
Allí llegó Judas y dándole un beso lo entregó a los soldados. Jesús fue arrestado y llevado al patio del sumo sacerdote Caifás, y después de preguntarle si Él era el Cristo, Jesús contestó “Yo soy”. Eso fue suficiente para el sumo sacerdote y allí mismo lo condenó a muerte.
También, en ese patio, como Jesús dijo, Pedro lo negó tres veces, antes de que el gallo cantara dos veces. Entonces Pedro lloró amargamente; le había fallado a su Maestro.
Este fue el día en que Jesús fue arrestado y condenado a muerte, y Él siendo Dios lo permitió por amor a ti y a mí, para poder salvarnos y que pudiéramos llamar a Dios nuestro Padre. Esto fue lo que nos dio Jesús.

Oremos:
Dios, gracias por tu Hijo Jesús, el Cristo. Gracias por el amor con que nos ha amado; nos ama a pesar de todo, como amó a sus discípulos, a todos, aún a Judas que lo traicionó, y a Pedro que lo negó. Ayúdanos a cumplir ese nuevo mandamiento que nos dejó Jesús: amarnos unos a otros como Jesús nos amó. Te lo pedimos en el poderoso nombre de Jesús, amén.

Puedes ver esta historia en la Biblia App para Niños en https://www.bible.com/es/kids 
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